Mi tía llega vestida en un buzo y un polo de cuello rosado. Va de frente al cuarto de mi vieja.
Aunque le diga tía, en realidad de familia mía no tiene nada. Es una más de las millones de "tías de cariño" que todo el mundo tiene. Mi madre y ella fueron a la universidad juntas hace más de mil años o algo así. No conozco toda la historia. Lo único que sé es que está presente en todas las aburridas reuniones familiares que se organizan en el patio de mi casa y, cómo no, en Navidad y Pascua. Ella y su esposo son uno de los muchos tíos que ahorran el trabajo de tener que escoger un regalo para mí y terminan dándome plata. Primero eran cincuenta dólares. Después treinta. Veinte dólares.
Cincuenta soles.
-Tu tía va a venir a ordenarme el clóset- me había dicho mi madre en la mañana. No tenía ni idea de qué demonios estaba hablando.
-¿Qué tía?
-La Nancy. Tu tía Nancy.
-¿Porqué? ¿Cómo que a ordenarte el clóset?
El cuarto de mi mamá es el más grande de toda la casa. Tiene la cama más grande, el televisor más grande, el baño más grande y, en la esquina, una puerta que lleva al clóset más grande de la casa. Siempre está lleno de polvo: sacos colgando de un lado, cajones llenos de joyas y facturas, sobres con dinero escondidos dentro de álbumes de fotos apilados debajo de pantalones viejos que ya nadie usa. Siempre había estado igual. ¿A ordenar el clóset?
-A ordenarme el clóset, pues. Tú no digas nada. Déjala trabajar nomás, ¿ya? No la jodas.
-¿Cómo que no la jodas? ¿Por qué voy a joderla?
-Por lo de tu tío y el trabajo. Tú déjala trabajar nomás.
Hacía años que no oía a nadie hablar sobre mi tío y el trabajo pero me podía imaginar a qué se refería. Mi tío nunca había tenido chamba estable. Había ingresado a alguna universidad de Madrid (no me acuerdo cuál) con las mejores notas posibles, cosa que mencionaba cada vez que podía. Lo hice para fregar a mi viejo, recalcaba. Después de graduarse, regresó al Perú con título de Arquitecto y… Supongo que después de eso todo se fue a la mierda porque sobre lo único que escucho hablar a mi vieja últimamente es de qué tan mal les va y de qué tan mal se siente mi tía y de qué tantos farmacéuticos tiene que tomar. La verdad es que nunca la vi muy deprimida pero supongo que para eso sirven las pastillas.
No sé.
No es por nada pero siempre me pareció que en la vida lo que uno necesita más que nada es suerte. ¿Cuántas mentes se estarán pudriendo quince horas al día dentro de los cientos de taxis que recorren Lima? Y mi viejo es una persona extraordinaria pero no puedo discernir habilidad alguna que determine porqué él tiene un trabajo estable y mi tío no. A veces escucho a mis padres hablando sobre tener que ayudar a tal y tal persona porque les va mal y me da miedo. ¿Qué voy a estar haciendo en diez, veinte años?
-Tu tío es un tarado, pues. Un flojo. No quería trabajar en horario de oficina y mira qué le pasó. Vive consiguiendo lo que puede. A veces le va bien y a veces no. Y ahora su esposa tiene que hacer estas cosas para conseguir un poquito más de platatita. Así no se puede vivir.
-¿Le estás pagando para que ordene tu closet?
Mi mamá solo movió la cabeza, hizo una mueca y salió del cuarto. Tres horas después llega mi tía. Tiene puesto un buzo y un polo de cuello rosado. Va directamente al cuarto de mi vieja. Le digo a mi mamá que me tengo que ir y me largo a la casa del vecino sin saludarla.
Prendemos el Playstation y jugamos Mortal Kombat. Gano un total de dos veces. Mi vecino, cuatro años menor, gana dieciséis.
No quiero que mi tía siga haciendo esto por demasiado tiempo pero tampoco es como si pudiera hacer algo por ella. Supongo que a algunos peruanos les falta suerte. Pero aunque sea tienen la creatividad para, poquito a poquito, salir adelante.
lunes, 6 de abril de 2009
Ordenando Clósets.
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