jueves, 9 de abril de 2009

Mi Perú.



Sí, pues. No soy muy inteligente.

Sí, pues. Nunca estuve en el cuadro de honor.

Abuelo médico, papá médico, yo médico. No escritor. Mé-di-co. Eso tengo que ser: médico.

Estoy a dos semanas del examen de admisión y les digo algo pero, por favor, no se lo vayan a decir a mi viejo. No he estudiado ni mierda. Viva el Perú, país generoso. Ricas montañas, hermosas tierras, noesnecesarioestudiar, es mi Perú. Sí, pues, huevón, tengo plata, es Mi Perú, puedo pagar mi ingreso a la universidad y que se jodan todos. Ni que fuera mi culpa que mi abuelo y mi papá sean médicos, que quieren que yo también lo sea. Ya pues, mandemos a la mierda toda la ética que me enseñaron los curas del colegio.

Novecientos noventa y nueve dólares. Ni que una pre costara mucho menos. Tenía un plan. Iba a intentar, o al menos fingir que intentaba, entrar a la universidad poniéndome a estudiar cada vez que mi viejo estuviera cerca. Tal vez así, cuando no ingresara, recibiría la comprensión de mis padres, quienes cambiarían de opinión y me apoyarían en mi sueño de ser una gloria de la narrativa nacional.

No me tomó mucho tiempo darme cuenta de que eso no iba a pasar. Fue ahí que apareció, cual virgen de Fátima a Lucia, Francisco y Jacinta, cual hada madrina a Cenicienta, cual inspiración al compositor de Mi Perú; el idiota de Martín. Huevón, que sí, que la puta madre, que me han dicho que es recontra seguro, que cuesta menos de 1000 coquitos. ¿Quién me mando a aceptar su propuesta? ¿Quién me mando a no contarle la verdad a mi viejo? ¿Quién me mando a ser pata del idiota de Martín?


Un grupo de estudiantes de mi próximo lugar de estudios no encontraron mejor manera que financiar sus fotocopias y condones que garantizando a personas como Martin y yo un ingreso más seguro que los condones de mil dólares que pronto podrían comprar. Para ser exactos unos cientos de dólares menos porque las preguntas y respuestas que tenían estos estudiantes habían sido provistas gracias a los mismo profesores que preparaban el examen, quienes preferían mantenerse en las penumbras de este negocio dejando que otros pongan la cara pensando que solo perderían un poco de dinero, (total solo querían un dinerito extra había que pagar la matrícula y tantas cosas por esa época del año, además ellos NO ERAN delincuentes), a cambio de lavarse las manos en caso algo salga mal sin saber que estaban ganando mucho menos dinero que aquellos a quienes les dictaban cátedra diariamente y que oh casualidad, sus padres les pagaban el sueldo.

Putamadre –pensé- todo un circuito comercial. Con razón el año pasado organizamos la APEC. El sistema era muy simple en pleno examen de admisión, los postulantes/consumidores, recibiríamos las respuestas a través de nuestros celulares. Zapatillas, celulares polos de manga larga y “hands frees”. Que estudien los baaaaaa-bosos, el nuevo lema de la universidad.

- Oe we, webas, ¿tienes en, encendedor?
- Tranquilízate webon ya nos explicaron como es la jugada hay que hacerlo rápido y no cagarla
- Si carajo antes de dar el examen entramos al baño, sacamos el teléfono, lo conectamos a los audífonos y lo escondemos en la cintura.
- Ya listo, todo bien. Tu también revisa que funcione carajo son mil cocos.
- ¿Tie, tienes o nono tie, tienes en, encendedor?
- Carajo si te descubren empezaran a sospechar y vas a cagar al resto y me vas a cagar a mi y luego sabes lo que me van a hacer en mi hato cuando sepan que les robe plata lo que van a decir cuando sepan que soy una vergüenza, SABES LO QUE . . .


- Coleguita, ¿estas ocupado?- me dice papá mientras me toma del hombro y me saca por un momento de la visión del futuro que me espera por aceptar este “negociado”. Porque lo voy a aceptar, por eso con el mismo descaro con el que estos profesores roban las preguntas y los estudiantes las revenden le contesto.


No papá. Ya termine.

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