Todavía no he visto "La Teta Asustada" y tampoco me dan muchas ganas de verla, pero cada vez que un peruano recibe algún premio internacional siento un calorcito en mi corazón, un consquilleo en mi panza.
Supongo que todos los países piensan lo mismo, pero los peruanos tienden a hablar de ello mucho más: ese amor que sentimos por nuestro país, esas ganas que tenemos de gritar, en cualquier ocasión que lo merece, que somos peruanos, que nacimos en la tierra de los Incas y de Chabuca Granda (que, juro, no sé quién es) y que estamos orgullosos de haberlo hecho. Cosa que encuentro graciosa, porque una encuesta hecha recientemente muestra que más del setenta y cinco por ciento de jóvenes entre veinticinco y treinta y cinco años de edad quieren largarse del país.
Claro, todavía van a alentar a la selección (pero solo cuando está ganando) y comer papa a la huancaína y hablarle a todos los gringos sobre qué tan rica es la cocina peruana y estar felices de que Claudia Llosa ganó el Oso de Oro en El Berlinale y amar al país, solo preferirían no vivir aquí.
Pero me estoy desviando del tema. Estamos hablando del cine peruano. Mira, ya sé que suena un poco fuerte, pero si vamos a ser francos, la única película nacional realmente buena que he visto ha sido "Días de Santiago," de Josué Méndez.
Su segunda película, "Dioses", es una buena mierda. Más sobre eso después.
Josué es un tipo de apenas treinta y dos años. "Días de Santiago", su primera película, es sobre un veterano de la guerra contra el terrorismo de los noventa, que regresa de la selva peruana para integrarse de vuelta a la sociedad limeña. Suena deprimente y lo es. Pero también logra ser graciosa de una forma bastante patética y, a diferencia de la mayoría de películas nacionales, incluyendo el pedazo de cagada que es "Dioses", no se trata solamente de hacer comentario social y los personajes no se vuelven conductos para que el director comunique su gran visión acerca de la sociedad peruana.
No: la película, como toda buena película, trata sobre el tipo principal, este pobre idiota, Santiago.
Después de que se mostrara en algunos festivales internacionales, Josué Méndez, gracias a 'La Iniciativa Rolex Para Maestros y Discípulos', pasó un año siguiendo por ahí a el director de una de mis películas favoritas, Stephen Frears ("Alta Fidelidad"). Y no sé qué carajo habrá aprendido de él porque después de eso regresó al Perú para filmar su segundo largometraje y ya dije exactamente qué pienso de esa película (otra vez: es una caca).
"Dioses" es lo total opuesto a "Días de Santiago" porque lo único que Josué Méndez quiere hacer es darnos su opinión acerca de la clase alta limeña. No quiero contar una historia. La historia es una excusa, como en los filmes propagandísticos de la Alemania Nazi, para dar a conocer una idea. ¿Qué idea? Que toda la gente de clase alta son unos idiotas, que no conocen la verdadera realidad del país, que viven como dioses pero que secretamente son infelices, atrapados en sus palacios, etcétera, etcétera, etcétera. Todos los personajes, así, se convierten en argumentos para sustentar la idea.
La chica puta que vive sin límites porque no los conoce. La chica de clase media que debe cambiar su forma de ser para ser aceptada por la alta sociedad. El chico que se siente asfixiado por su propia fortuna porque quiere ser escritor pero su papá no lo deja (el cliché más cliché más cliché más cliché de todos). Sí, pues. Esta película no me gustó para nada.
Porque ese el problema del cine peruano.
No que el hecho de que ninguna de nuestras películas sean olvidadas después de un par de año porque, primero que nada, solo fueron estrenadas en nuestro país y, segundo, no fueron muy buenas que digamos y un puñado de gente las vio. No el hecho de que no se tenga financiación. El problema es que todo director trata de dar comentario social y político, trata de hacer su película más importante de lo que es, trata de revelar la realidad del país en una hora y media de imágenes, en vez de hacer cine por hacer cine.
No quiero ver "La Teta Asustada" porque me imagino que voy a salir de la sala deprimido y emocionalmente exhausto. Pero aún así, gracias a Dios por la teta y por Claudia Llosa. No solo porque, la concha de su madre, ¡un peruano ganó el maldito Oso de Oro!, pero también porque los congresistas, siempre tratando de hacer que la gente los quiera, se han dado cuenta del alboroto que esta peliculita está armando y han propuesto, después de años de súplicas por la comunidad cinematográfica de nuestro país, una Nueva Ley de Cine.
¿Es esto el comienzo de un 'boom' de cine peruano?
Espero que sí. Y espero de que alguno de ustedes, cineastas en potencia, admiradores de Tarantino y Guy Ritchie, de Peckinpah y Eastwood, empiece a hacer cine igual de bueno que nuestro lomo saltado, nuestro ají de gallina o, aunque sea, nuestro hermosísimo Sanguchón Campesino.
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