sábado, 2 de mayo de 2009

Oasis En Lima.

Y de la nada llegan bandas de la talla de REM, The New York Dolls y Kiss a Lima. ¿Se acuerdan de cuando Rod Steward dijo que venía y nos canceló una semana antes?

Las cosas cambian.

Y lo que más me da risa es cómo se aprovecha la gente. Fui a ver a Oasis el viernes. Fue increíble. Afuera del Estadio Nacional había decenas de carritos, llenos de butifarras, arroz chaufa, chancho, gaseosas. Todo costaba un sol. ¿Cómo pasa eso? Un chifa Aeropuerto, con huevo y pollo, un buen plato, a un sol.

Me di cuenta, hace poco, que la comida barata es también la más rica. No es solo por el sabor. También es porque gastarte veinte soles en una hamburguesa pequeñísima te quita algo de gusto. Los peruanos son genios de la cocina barata. He estado borracho más veces de las que puedo contar y lo único que me ha salvado la vida han sido los sanguchones, los combos del chifa, las hamburguesas de tres soles. Sólo porque Gastón Acurio nunca visitará sitios así en su programa de televisión, sólo porque los especiales están escritos en una pizarra blanca con plumón, sólo porque el local huele a orina, no significa que no sirvan la mejor comida de la ciudad.

Pero no preguntes si el pollo es pollo. Y nunca vayas sobrio.





Hablemos del concierto.

Estuve parado cuatro horas y ni me di cuenta. Estar acompañado de más de cuarenta mil personas hace que pase eso. Antes (es decir, hace un par de años), tendrías que haberte ido a Chile o Argentina para ver una banda así. Ya no. Ahora te vas al Centro de Lima y cantas Wonderwall, Don’t Look Back In Anger y Champagne Supernova. Salí del concierto hecho basura. Apestaba a muerto, me dolía la garganta cada vez que hablaba. Había estado medio borracho al principio del concierto pero ya se me había pasado.

Lo que la gente hace es pararse afuera, con latas de cerveza fría metidas en un maletín o en bolsas de plástico. Es un buen negocio porque adentro te cobran diez soles por un vaso relativamente chico y pobre imbécil el que pague eso.

Otra cosa que hace la gente son polos. Todo el mundo te ofrece polos.

Algunos están mejor hechos que otros. En uno de ellos solo salía el logotipo de la banda y en otro salen los hermanos Gallagher, con las manos cruzadas y lentes de sol. También te ofrecen posters y hasta binchas. Vi a un chiquillo de once, tal vez diez años siguiendo a la gente, gritando que:

-Para ti he traído esto, hermanita. Mira, ve. Justo para ti lo he traído.

Era bastante gracioso. También había otras personas que estaban vendiendo discos de lo mejor de Oasis, DVDs de sus conciertos, toda su discografía en un CD de MP3s. Un amigo mío, que está igual de ronco que yo pero que sin embargo sigue cantando la misma línea de Supersonic (he lives under a waterfall/nobody can see him/nobody can ever hear him call) una y otra vez, compra un disco doble a la salida. Dice que quiere llegar a su casa rápido para escucharlo, ver qué canciones faltó que tocaran en el concierto. También se compra un polo.

Pero claro que todo esto es ilegal. Una de las razones por la que nos damos cuenta que el Perú es un país creativo es porque tenemos el espacio para serlo. Cualquiera que venda polos no oficiales de una marca registrada (porque el nombre e imagen de una banda es una marca registrada) sería probablemente arrestado en países como Estados Unidos o, qué se yo, Inglaterra pero acá los policías caminan por ahí sin preocuparse de cosas así. No estoy diciendo que eso es malo, pero ya dije que las cosas cambian, ¿no? La economía del país, gracias a Dios, está creciendo. Si nos volvemos parte del mundo desarrollado, ¿qué va a pasar con la gente que hace este tipo de cosas para sobrevivir?

Pero fue. Estoy seguro que el peruano siempre va a encontrar otras cosas a cuales sacar provecho. Mientras tanto, estamos presentes afuera de los conciertos, vendiéndote comida, posters y polos. Solo desearía que hubiésemos usado nuestra creatividad para hacer que Oasis regrese al maldito escenario y tocase un par de canciones más.

Pero el Aeropuerto estaba rico también.

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