Una de las razones por la que Sendero Luminoso pudo tomar tan completamente muchos de los pueblos de las provincias del país fue porque a nosotros no nos importaba. Tal vez esto suene algo exagerado, pero la verdad es que, para muchos, hay dos países dentro del Perú: Lima y todo lo demás.
Estamos tan alejados de la parte rural del país que hasta a veces nos olvidamos que somos parte del mismo territorio o siquiera que existen. No solo eso, pero la presencia del Estado en esos lugares era prácticamente nula. Existe una negligencia vergonzosa de parte del gobierno hacia todo lugar que, como el Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación los llama, “no esté articulado a la modernización e integración del país.” La CVR reconoce esta falta de presencia como una de las razones por la que Sendero Luminoso pudo tomar control de la población en esos lugares e identificarse como la máxima autoridad. Es fácil reemplazar a un gobierno si es que el gobierno no existe.
Hace poco vi la película "La Boca del Lobo," de Francisco Lombardi. Es una de las mejores producciones nacionales que he visto, aunque más que nada porque muestra algo que todos los peruanos deberían ver. Se trata, estoy seguro que saben, de un grupo de soldados que van a defender un pueblo en la zona rural del país, que está bajo ataque por fuerzas terroristas. Las cosas no terminan bien.
El film enseña algunas de las ideas que dije al principio de esta entrada. Primero, en las percepciones que tienen los soldados del lugar. “Otro pueblito más,” lo describen. Para ellos, el lugar no tiene importancia. Es uno más de miles de otros sitios pobrísimos, atormentados por la violencia interna. Nunca le dan mucha importancia ni a su gente. Es decir, ¿qué diferencia va a hacer un pueblo más, un muerto más? Es uno de los muchos mitos que tenemos sobre el país: que no hay nada que se pueda hacer, que no hay forma de cambiar las cosas. También vemos la desarticulación de la que habla el informe en el hecho de que los soldados han sido prácticamente abandonados por el resto del ejército. Piden más guarniciones, pero no se las pueden traer. Piden refuerzos, pero están demasiado lejos. Alrededor del pueblo, todo está desierto, y el sargento del principio de la película tiene que ir en carro por horas para llegar a la comisaría más cercana. Finalmente, podemos ver la falta de organización y formalidad en los órganos gubernamentales del pueblo cuando conocemos al alcalde, quien se vuelve casi una no-persona apenas llegan los militares a tomar control de todo.
El informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación tiene un pequeño recuadro en la esquina de una de sus páginas titulado “Si Todos Fuéramos Ayacuchanos.” Ahí nos dice, entre otras cosas, que el parte rural del país estaba siendo desintegrada por el terrorismo por muchos años antes de que el Estado tomara medidas serias para intervenir. El problema del terrorismo no se volvió completamente real para nosotros hasta que los coche-bomba empezaran a estallar en la ciudad. Antes de que eso sucediera, el terrorismo era un problema de provincia, alejado, no importante, que se resolvería solo. Es por eso que una de las víctimas se sentía como parte de “un pueblo ajeno dentro del Perú,” porque nosotros los veíamos así. Lamentablemente, hasta ahora no se están tomando medidas para integrar a estas personas.
El gobierno no las considera importantes, principalmente porque no contribuyen mucho a la economía y porque, de todas formas, no tienen voz para expresar sus quejas. Porque no es solo el gobierno el que las ignora, pero también la prensa. Solo se les presta atención cuando están rompiendo cosas (y ahí los calificamos como salvajes, ignorantes, idiotas), y luego se pasa a la siguiente noticia de Lima. Esto debe cambiar.
Otra cosa de la que debemos de hablar es el cumplimiento de los derechos.
En cualquier guerra, es difícil el cumplimiento de las leyes y el cumplimiento de, o lo que se cree es, el deber. Ya que los militares de alto rango cuentan con muchos hombres bajo su responsabilidad, sienten la obligación de cuidarlos lo mejor que pueden, de hacer todo lo posible por evitar que les pase algo. Asimismo, surge un odio hacia las personas que están tratando de hacerles daño, un desprecio hacia ellas. Es difícil tratar a las personas que te han estado disparando y intentando matar todo el día con respeto, especialmente cuando estas personas no son gente de otro país siguiendo órdenes, pero compatriotas subversivos que quieren estar ahí, en el campo de batalla porque de verdad creen en lo que están haciendo.
Igualmente, cuando se está tratando con movimientos terroristas, prácticas como la tortura a veces parecen necesarias para evitar más muertes. “El bien justifica los medios,” se dice. Sin embargo, aunque a veces se pueden hacer estas cosas buscando lo mejor para todos, este tipo de pensamiento siempre va a terminar generando excesos. Por ejemplo, no distinguir entre ciudadanos y miembros del movimiento subversivo puede ser una táctica efectiva para neutralizar a los terroristas rápidamente cuando se llega a un pueblo, pero también termina haciendo sufrir a mucha gente que no ha hecho nada malo en su vida. Se encuentran a los verdaderos criminales al final, sí, pero en el proceso se pisotean los derechos de muchas personas. Puede ser que alguien piense que es un sacrificio necesario pero esto presenta un problema: los derechos humanos son siempre algo absoluto, no relativo. No se le puede dar ciertos derechos algunas personas y no a otras, igual que no se le puede quitar derechos a la gente dependiendo en la situación en la que se encuentren. Los derechos o se tienen o no se tienen. Si nuestros derechos se comienzan a corroer, lentamente, sin importar las razones, pronto nos quedaremos sin nada, y se comenzarán a producir excesos.
Además, ¿a quién se le da la autoridad para decidir cuándo se deben respetar los derechos de los ciudadanos y cuándo no? ¿Acaso todos los militares de alto rango de nuestro país están capacitados para tomar aquellas decisiones? La película lo muestra bastante bien. El segundo teniente llega decido a destrozar los elementos terroristas del área, sin preocuparse en respetar los derechos de la población del pueblo. Mientras que sus políticas funcionan por un rato, pronto se cometen errores de juicio y los derechos comienzan a ser pisoteados por razones que nada tienen que ver con la lucha contra el terrorismo.
Las leyes existen para proteger a los ciudadanos. Si se comienzan a ignorar, no importa porqué, los ciudadanos corren el riesgo de ser heridos, no tienen nada que los resguarde. Portocarrero nos dice que la razón por la que estos excesos se pudieron cometer fue porque las personas que salieron perjudicadas eran todos de zonas rurales y, por ende, en la mente de las personas, no tan importantes.
Siempre se busca el camino más fácil, atajos para todo. Sin embargo, se debe considerar qué se está perdiendo, qué se está ganando, y si el atajo que has elegido es en realidad una buena ruta o no.
sábado, 11 de julio de 2009
Boca del Lobo (Tema Serio #141).
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